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El Carretonero de Analco, leyenda de Durango

Hoy te contamos una de las leyendas del barrio más antiguo de la ciudad de Durango ¿Has escuchado o visto algo en esa zona?

Calle Volantín, Barrio de Analco, el más antiguo de Durango. Fotos: Lorena Ríos
Calle Volantín, Barrio de Analco, el más antiguo de Durango. Fotos: Lorena Ríos

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Por: Lorena Ríos

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DURANGO, Durango.- Siendo el Barrio de Analco el más antiguo de la ciudad de Durango, guarda entre sus muros y calles una infinidad de historias y leyendas que forman parte ya de la cultura popular duranguense. Desde la dama misteriosa que guía a los 'fiesteros' a sus hogares, la extraña casa 'de los muñecos', la casona donde dicen que se presentó un invitado del más allá en una boda, hasta las historias que se comentan sobre la vieja escuela primaria y sus estatuas que 'se mueven'.

Sin duda esta zona, junto con el Centro Histórico, encierran muchas de las más fascinantes leyendas y relatos escalofriantes sobre espectros que deambulan por sus calles, a veces buscando algo o a alguien, a veces simplemente repitiendo la rutina que sostenían en vida.

Una de las historias más sonadas de este barrio, es la del Carretonero de Analco. No pocas han sido las familias duranguenses que cuentan con al menos un miembro que dice haber escuchado o, incluso, visto a los caballos galopando desbocados sobre las calles Morelos y Volantín, con rumbo al templo de San Juan Bautista.

Un muy querido amigo de mi padre, que vivió en el Barrio de Analco durante su juventud, nos contó su historia, allá por los 90's, cuando se desempeñaba como rescatista:

Veníamos de cubrir un servicio en la madrugada, fui a dejar a los compañeros a su casa y me dirigí a la mía. Empecé a oír a lo lejos un ruido como de caballos y un golpeteo como de las carretas que había en el rancho. A veces pasa el chasís del vendedor de tierra para macetas, pero no a esa hora y tampoco con tanta prisa. Venía bajando por Ocampo, supuse que me los iba a encontrar al dar la vuelta en Morelos, pero no había nada. Pero seguía escuchando claramente el ruido. No fue la única vez. Varias veces más escuché desde mi casa el galope de los caballos y el ruido de carretas a toda velocidad. Pero nunca vi nada

Gregorio Sifuentes, 

Ex-rescatista y residente del Barrio de Analco.

Para entonces, el Maestro Manuel Lozoya Cigarroa, cronista e historiador duranguense, había publicado ya algunos de sus primeros libros de Leyendas y Relatos del Durango Antiguo, donde pudimos ver la leyenda del Carretonero cuando éramos niños y suponer que bien podrían ser los caballos que escuchó Don Goyo.

Como relata Lozoya, los primeros años del siglo XIX la parroquia de Analco comprendía una extensa jurisdicción que abarca las entonces haciendas y congregaciones de Tapias, La Ferrería, La Boca del Mezquital, El Tunal, El Nayar, Santiago Bayacora, El Conejo, El Durazno, El Pilar de Zaragoza, La puerta de la Cantera, La Empinada, El pueblito y otros poblados del sur de la ciudad. Los sacerdotes salían temprano, diariamente, a alguno de estos poblados a realizar servicios religiosos; regresaban al templo cuando el sol iba cayendo.

Templo de San Juan Bautista. Barrio de Analco. Durango, Dgo.

En una ocasión, un joven sacerdote a quien todos conocían como padre Benjamín, se dirigió al poblado El Nayar para rezar el Santo Rosario con los feligreses de la zona. A su regreso, hizo una parada en el rancho El Conejo para solicitar agua, puesto que la jornada fue extensa y hacía un día muy caluroso. La familia que lo recibió envió a su hija Ángela a atender al cura.

Los dos muchachos se enamoraron inevitablemente y después de varios encuentros tanto el las rancherías como en la iglesia de la ciudad, una tarde finalmente se entregaron el uno al otro, cerca de la Hacienda de Tapias, donde el padre había sido llamado a oficiar una misa.

Enamorado y preso de la culpa, Benjamín decidió regresar inmediatamente a la iglesia de Analco para confesar su pecado y renunciar al sacerdocio. Un empleado de la haciendo se topó con él en su camino de regreso a Analco y al haber pasado ya la puesta del sol, ofreció a prestarle su carreta, misma que usaba para las labores del campo pero estaba ya desocupada a esa hora.

En su prisa por arreglar su situación, el padre Benjamín aceptó las riendas del carromato y se dirigió a su parroquia tan rápido como le fue posible. Al llegar al Barrio de Analco, tomó la calle Morelos, antes conocida como 'Camino de las carretas' y azotó a los caballos cuesta abajo para, finalmente, virar hacia la derecha en la calle Volantín.

Fue en esta vuelta, y debido a la velocidad, que el padre perdió el equilibrio y cayó del carro, pero sus pies se enredaron en una de las correas por lo que fue arrastrado por los caballos, que siguieron su marcha apresurada hasta topar la calle en el templo de Analco, donde el cuerpo sin vida de Benjamín finalmente se desprendió de la carreta.

A través de las décadas y ya casi dos siglos, los ecos de la carreta se siguen escuchando por las calles del Barrio de Analco, principalmente en las calles mencionadas. 

Han sido varios los duranguenses que comentan haber escuchado los caballos y la carreta, pero no ver nada al pasar por el lugar de donde vienen estos sonidos. Y algunos pocos han comentado sí haber visto a los caballos jalando un viejo carro de madera, por la calle Volantín, que parece ir arrastrando 'algo' o a 'alguien' por los suelos.

Es una historia más de este barrio antiguo, pero no la única que publicaremos. Deja tus comentarios en nuestras redes sociales y cuéntanos si has escuchado estos sonidos andando por la zona.

Barrio de Analco. Calles Volantín y Allende. Durango, Dgo.

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