La dama de la calle Urrea. Leyendas de Durango
Por la calle Urrea, en el Barrio de Analco, ronda un espectro de atractiva figura que sorprende a los trasnochadores ¿Conoces esta leyenda? ¿Has visto algo en esa calle?
DURANGO, Durango.- A pesar de que la ciudad ha ido evolucionando, algunos fantasmas parecen quedarse acostumbrados a lo que era el Durango Antiguo, y continúan su marcha por las viejas calles que, antaño, eran las más transitadas.
Durante mucho tiempo, para llegar al sur de la ciudad, era necesario atravesar el Barrio de Analco, no sin antes cruzar alguno de los puentes peatonales que te llevaban del Centro Histórico a dicha zona.
Uno de esos puentes era conocido como 'la pasadita' y atravesaba la Acequia Grande desde la Plazuela Baca Ortiz hasta la calle Urrea. Por años fue muy transitado durante las madrugadas por duranguenses que trabajaban en el turno nocturno y volvían a su hogar antes de salir el sol. De igual modo, era común encontrar a hombres que venían de alguna fiesta o de alguna cantina, ya en estado de ebriedad.
Se dice que antes de que el cielo empiece a clarear, se puede observar a una mujer caminando, también con rumbo sur, sobre la calle Urrea, entre las calles Arista y Juan E. García, a la altura del Centro Escolar Revolución y la cuadra siguiente.
Quienes la han visto, describen que la mujer es muy delgada, pero con una figura curvilínea que se contonea al ritmo de sus pasos. Lleva un vestido que realza su delgado talle; el cabello suelto, ondulado y castaño, le cae sobre los hombros. Siempre camina delante de los que la ven, con cierta tranquilidad que sorprende, dada la hora, y a la vez fascina, pues hace que su figura se mueva cadenciosamente como si bailara.
Aún es un barrio muy silencioso, pero cuando la dama camina no se escucha nada más que el sonido de sus pasos; dicen que no se escuchan ni los grillos, ni las aves, ni los perros. Solo su andar tranquilo hace eco en la estrecha calle.
Los que se han atrevido a hablarle, incluso a tratar de seducirla, cuentan que ella nunca responde, ni voltea. Pero al alcanzarla y tratar de mirar su rostro o, incluso, abrazarla o tomar su mano, se han llevado una escalofriante sorpresa.
Enmarcado con su brillante cabello, solamente observan un cráneo con los ojos vacíos. Su escote deja ver solamente el esqueleto que sostiene su calavera. La mano que logran alcanzar son frágiles huesos largos y puntiagudos.
Pocos son los que logran salir corriendo, pues la mayoría asegurar perder el conocimiento ante la impresión. Despiertan con la claridad del día cuando el sol empieza a aparecer, o bien, son despertados por alguien más, que los encuentra tendidos en la banqueta.
Hasta el día de hoy no se conoce la verdadera historia detrás de este espectro. Algunos dicen que se trata de una mujer que, durante la época colonial, salió a buscar ayuda en la madrugada para un familia enfermo, y en el camino fue atacada por un hombre que le quitó la vida. De ahí que esta visión solo se presenta ante los del género masculino.
Otras versiones aseguran que se trata de la mismísima Muerte, que busca advertir a los que andan de madrugada para que tengan cuidado, pues todavía no les toca.
De cualquier forma, resulta escalofriante el relato de quienes la han visto y, más aún, de quienes la han alcanzado y mirado su rostro sin carne y sin ojos. Muchos son los que han tratado de documentar esta aparición sin que el espíritu se manifieste ante ellos.
Sigue siendo uno de los grandes misterios que encierra el Barrio de Analco, y una leyenda más del Durango Antiguo.
¿Conoces la calle Urrea? ¿La has transitado en la madrugada? Déjanos tus comentarios en nuestras redes sociales.